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viernes, enero 02, 2004


Music by: Tool [Parábola]

En el autoestéreo cantaban Calamaro, Sabina y Páez una canción desconocida para mí. El ambiente estaba lleno de una misteriosa neblina que empezaba a hacer difícil la visibilidad.
Cuando entré a mi calle, vi salir corriendo a dos señoritas de una camioneta estacionada. Un auto nuevo. Las muchachas eran rubias y parecían estar guapas y de buen cuerpo, más no podía asegurarlo por la neblina. Gritaban histéricas. Frené frente a ellas y casi se me echaron encima.
Puse las luces intermitentes y bajé del vehículo. Bajé con el bastón disimulado tras mis piernas y el revolver que me había dado Toni enfundado tras mis pantalones.
La rubias estaban histéricas, y comprobé con agrado que eran muy hermosas. Vivían en la colonia del Valle. Celeste y Perla. Eran chicas educadas cuyos padres tenían mucho dinero, tanto que acaso ellas nunca hubieran andado solas tan lejos de casa.

Conozco este tipo de viejas. Estudian en el TEC o a veces en la UDEM, no porque no alcanze el dinero para las exorbitantes cuotas del TEC, sino porque les queda más cerca de casa. El estilo de vida de estas niñas en dimetralmente opuesto al de una persona común y corriente que, digamos, tenga un puesto de videojuegos piratas en la pulga Mitas. Estas damas son difíciles de entrender para alguien que no sea de su ambiente. Nunca han ido a una tlapalería. Nunca han estado cerca de un colectivo o de un taxi. Nunca han ido a una tiendita de la esquina, vamos, nisiquiera a un supermercado como WalMart o uno un poco más chic, como HEB. Estas mujeres nunca han carecido de nada. Nunca han ido a un hospital donde la gente espera en urgencias. Nunca han sacado la basura, nunca han visto un muerto, nunca han lavado su ropa, nunca han faltado a misa. No saben lo que es un taco de fideos. No saben lo que es el jabón Zote. No saben lo que es tener que aguantarte el hambre. No saben lo que es tener una deuda.
Pero si les gustan las drogas.

Las traté como princesas, les dije que no se preocuparan, que el hombre que las atisbaba desde la ventana de su Lincoln era solo Ignacio, que gustaba de salir por las noches a tirar su basura al terreno baldío de enfrente. Le gustaba hacerlo en calzones.
Les dije que no se preocuparan, que nadie iba a llamar a la policía por que unas chicas iban en posesión de mariguana, y que yo mismo la fumaba. Les mentí. Las traté como princesas.
Me aflojé la corbata y les recomendé que se fueran a su casa. Despacio, por la neblina. Les dije que si querían hierba en un futuro, yo se las podía conseguir.

-En serio? -Me preguntó Celeste.
-Sí. -Le contesté.

Algo bueno habría de sacar de todo esto.

cn

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