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jueves, diciembre 04, 2003


Music by: Portishead [Only You]

Anoche tampoco pude llegar a casa.
Salí por la noche, como a la 1:00 a.m. Pasé el cruce de Zaragoza y Padre Mier, y miré un auto viejo de esos largos estacionado frente al hotel. Se estaba bajando una persona menuda cubierta con una capucha. Era Karen.

Karen había sido mi novia en la facultad. Era una belleza de 1.60 y buenas proporciones, con un ínfimo detalle que me hizo desistir de su formal compañia: tenía un bigote de Frida Khalo. Pero al final la carne puede más, y Karen era muy generosa conmigo. Así las cosas, anduvimos un rato durante el cual nos conocimos sudores, lágrimas y pelos. Todo terminó un día que me dijo:
-Jorge, ya no quiero que andemos.
-Ok... Karen. Por?
-Ya no me siento agusto.
-Ah...
Después supe qué no le hacía sentir a gusto: Me sobraba un miembro en la entrepierna. La Karen era de onda.
Sin embargo se había casado años después con un chilango que conoció en un viaje.

Me estacioné más adelante y la seguí. Iba a paso lento, pero firme. Había algo extraño en todo esto, pero no me imaginaba qué. Hasta que sacó de su sudadera un revolver.
Aceleró el paso y se acercaba a un tipo que fumaba un cigarrillo en el paseo junto a la catedral. Gritó Mario! El fumador era Mario.
La alcancé antes de que disparara, Mario nos vió forcejear, y su primer impulso fue acercarse, pero pensándolo mejor se fue a trote. Karen estaba echando chispas. Si las miradas mataran me habría muerto 20 veces.
El episodio estuvo muy denso. Por lo que pudimos hablar, supe lo siguiente:
Karen era una mujer feliz. Se había regenerado de traumas de su pasado, entre ellos su hermano San Bernabé. El degenerado tenía una enfermedad en la piel, Vitiligo, que le daba una apariencia asquerosa y no le dejaba salir de casa. Siempre había estado recluído en su habitación, sin ver el mundo mas que por televisión, sin poder disfrutar de la luz del sol ni de correr hasta quedarte sin aire ni de ir al cine ni de todas las cosas que uno hace y que le son comunes. Pero lo más importante, San Bernabé nunca había disfrutado de una mujer.
Tenía 26 años cuando abusó de Karen, que tenía 14. Ya había antes abusado de Lala, su hermana mayor, pero nadie nunca dijo nada, aunque esto hizo que Lala se volviera una puta hecha y derecha, por donde quiera que le mires. Incluso a mí llegó a ofrecerme sus... afectos.
Pero Karen se había casado con Andrés a fin de cuentas. Había ido a terapia. Tenía un trabajo mediocre en Mercafón, pero eso era lo de menos. Karen era feliz con su vida.
Hasta el día en que quiso concebir y supo que era estéril. Después de intentar lo indecible, intentaron algo más: fueron a ver a un Sicomago, que los sometió a una serie de humillaciones, como meterle a Karen en la vagina un huevo fecundado hasta que naciera el pollito, darle a beber a Andrés sus propios meados y otros métos más heterodoxos que ya no me quiso contar. El regimen terminó por matar a Andrés, que cogió una infección estomacal que lo carcomió poco a poco.
Karen siempre supo que el Sicomago se exitaba con ella, así que sin decir nada más, lo citó aquí, a esta hora, con el expreso propósito de vengarse a balazos de su triste vida reducida a la pulpa sanguinolenta que era Andrés. Había tomado la vieja pistola de su papá, había inhalado unos polvos mágicos y había venido a matar.

Estuvimos bebiendo hasta pasadas las 5:00 a.m. La llevé a su casa y le quité el revolver. A cambio le prometí hacerme cargo del asunto.

Hoy dice que no se acuerda de nada, pero no ha dejado de sollozar. Y a mí me ha quitado las ganas hasta de coger. Ya nada me importa. Ya estoy cansado de rodearme de tanta mierda.

cn

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