7:45 p.m.
Music by:
The Gift [Question of love]
Mario se dió cuenta de que había peligro en cuanto me vió entrar a su oficina. No era ningún imbécil. Después de todo, se autonombraba sicomago. Sabe que lo ví aquella noche en que Karen planeaba asesinarlo. También sabe que no haría nada contra él, pero no iba a correr ningún riesgo. Me pidió que me sentara, y él se sentó frente a mí. Sacó la pistola del compartimento secreto bajo el escritorio de roble y me apuntó por lo bajo, solo por si intentaba algo. Me dí cuenta por sus movimientos y sus gestos.
Como siempre, me habló frío y tranquilo: En qué te puedo servir, Jorge?
Yo no estaba para juegos. No era una visita social, así que fuí al grano:
-Vengo a pedirte un favor, Mario. Un favor especial. Tú y yo teníamos un lazo en Isabel, y por ello espero me complazcas en lo que te voy a pedir.
-Si está en mis manos, ten por seguro que lo haré.-Me dijo. Y mientas hablaba pude ver un destello de crueldad en sus ojos.
-Quiero que olvides a Karen. Yo haré que ella se olvide de tí.
-Lo siento, Jorge. Lo que me pides no puedo hacerlo. Ella pertenece a un.. plan más alto que yo. No hay nada que yo pueda hacer.
-Sabes que intentó matarte? Eso no le conviene a nadie. Por favor, sé razonable.
-Te repito que no puedo, Jorge. Ella ya dejo de ser mi asunto.
-Cómo está tu hija Donna?
Mario compredió enseguida.
-Donna no es mi hija. Es la amante de Don Rogelio Unha. Creo que lo conoces. Al igual que Karen, ahora Donna es también su asunto.
Me quedé frío. Lo hubiera golpeado, si no supiera bien que estaba armado. Así que traté de aparentar tranquilidad.
La pura mención de el nombre de Rogelio Unha me agolpó la mente con recuerdos viciados. El viejo había sido judicial federal. Al retirase, ya era dueño de table dances, tugurios, prostíbulos y otros negocios turbios.
Pasaron unos segundos. Mario sabía lo que yo sabía; me habían estado vigilando desde que volví a cogerme a Lucy Unha, la nieta favorita de Don Rogelio. Recordé con disgusto que el abuelo le habia quitado la virginidad a la nieta a una muy temprana edad. El viejo era un Pedófilo. No me sorprendía que Donna fuera su amante; la niña es una Lolita perfecta.
Empezé a pensar muy rápido. Todo era muy confuso; nada tenía sentido. Pero era preciso hallarle coherencia. No podía dejar esta entrevista, no podía verme burlado, no podía dejar que esto pasara. Mis recuerdos empezaron a girar.
Don Rogelio había hecho un rito de sangre animal, y había desaparecido. Él era el titiritero. Me había querido alejar de Lucy. Me amenazó. Lucy se fue a California. Seguramente raptada. Ignoro los motivos. Luego me usaron para realizar ciertas misiones turbias. Isabel, Mario, Felicia y ahora Fred estaban coludidos para vigilarme. Incluso habían intentado matarme. Ya hasta Lola me parecía sospechosa.
Felicia era hija de El Socorro. Por lo tanto Don Rogelio Unha era narcotraficante. Uno bastante pesado, además. No me sorprendería que hubiera encargado mi secuestro y mi VD, tal vez como castigo, o sólo para darme una lección.
Y lo más importante: Don Rogelio Unha no había muerto ahorcado, después de todo.
-Me comprendes ahora? -Preguntó Mario, con una sonrisa burlona en su rostro.
Así pues, el problema de Karen ya no era con Mario, sino con alguien al menos cuatro escalones más arriba: Unha. Y ahora era mi problema también. El culpable de todas las cosas bizarras que me habían sucedido durante el último año.
-Entiendo que Karen está fuera de tu alcance ahora. Ya no es tu asunto. Eso es todo lo que quería de tí.
-Le avisaré a Rubí de nuestra conferecia de esta tarde.-Me contestó, altaneramente. Con un poco de suerte, podrás arreglarte con ella. Buen día.
Salí de allí sudando, pero con la mano firme. Karen era importante, y yo la tenía que desaparecer. Podía sentir que corría peligro.
Llegar a su casa me tomó una hora; había mucho tráfico por Gonzalitos, y una larga peregrinación. La encontré a punto de cenar. Nos sentamos a la mesa; sirvió dos platones de caldo tlalpeño y se sentó a mi lado. Le expliqué que su vida estaba en riesgo, que Mario estaba involucrado con el narcotráfico y que debía irse; tal vez con su prima Telvi en L. A. Se puso lívida, pero al parecer comprendió.
Entonces sonó el teléfono. Karen se sobresaltó con el timbre. Tomó el aparato y le contestó una voz de mujer. Karen se puso más pálida aún.
-Mario Silvera está muerto. -Dijo.
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