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sábado, noviembre 08, 2003


Music by: Silvio Rodriguez

Esta es una de mis partes favoritas de Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas. Es donde inicia el libro, y el señor D'Artagnan padre le da ciertos presentes vitales al hijo antes de que éste vaya a buscar su fortuna a París:

"...Sois joven, debéis ser valiente por dos razones: la primera, porque sois gascón, y la segunda porque sois hijo mío. No temáis las ocasiones y buscad las aventuras. Os he hecho aprender a manejar la espada; tenéis un jarrete de hierro, un puño de acero; batíos por cualquier motivo; batíos, tanto más cuanto que están prohibidos los duelos, y por consiguiente hay dos veces valor al batirse. No tengo, hijo mío, más que quince escudos que daros, mi caballo y los consejos que acabáis de oír. Vuestra madre añadirá la receta de cierto bálsamo que supo de una gitana y que tiene una virtud milagrosa para curar cualquier herida que no alcance el corazón. Sacad provecho de todo, y vivid felizmente y por mucho tiempo...."
"...Con esto, el señor D'Artagnan padre ciñó a su hijo su propia espada, lo besó tiernamente en ambas mejillas y le dio su bendición.
Al salir de la habitación paterna, el joven encontró a su madre, que lo esperaba con la famosa receta cuyo empleo los consejos que acabamos de referir debían hacer bastante frecuente. Los adioses fueron por este lado más largos y tiernos de lo que habían sido por el otro, no porque el señor D'Artagnan no amara a su hijo, que era su único vástago, sino porque el señor D'Artagnan era hombre, y hubiera considerado indigno de un hombre dejarse llevar por la emoción, mientras que la señora D'Artagnan era mujer y, además, madre. Lloró en abundancia y, digámoslo en alabanza del señor D'Artagnan hijo, por más esfuerzo que él hizo por aguantar sereno como debía estarlo un futuro mosquetero, la naturaleza pudo más, y derramó muchas lágrimas de las que a duras penas consiguió ocultar la mitad.
El mismo día el joven se puso en camino, provisto de los tres presentes paternos y que estaban compuestos, como hemos dicho, por trece escudos, el caballo y la carta para el señor de Tréville; como es lógico, los consejos le habían sido dados por añadidura."


Me quedo fascinado por la narrativa de Dumas, y en este fragmento en particular, cómo le vá restando los escudos a D'Artagnan durante sus jornadas casi imperceptiblemente, hasta que el héroe se queda de pronto sin un chelín en el jubón.

Y que maravilla éste sitio de free e-books, que me evitó teclear todo.

cn

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