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jueves, noviembre 20, 2003
10:44 p.m.
Yo estaba sólo con ella, quejándome por dentro por haber olvidado en casa el libro de robots que estaba leyendo esos días. (Desde chamaco fuí un geek.) Y entonces lo oí. Al principio no supe lo que era... se escuchó como un ruido ronco saliendo de un tubo oxidado. Después supe que había sido el último estertor de la muerte. Así que intuí que la tía Pepita (en realidad era tía de mi mamá, pero así le decíamos) acababa de morir. A los nueve años ya no tienes ocho: ya eres grande. Así que me hize el valiente y le apreté la nariz, para ver si de verdad estaba muerta. No se movió. Así que bueno, estaba muerta. Le piqué un ojo. Le levanté una mano. No se movió. Por alguna extraña razón le levanté la falda blanca para verle los calzones. (Supongo que siempre había querido verle los calzones a una mujer, y esta era mi oportunidad.) En eso entró mi mamá. Recuerdo que alguien había puesto Dios nunca muere cantado por Pedro Infante. Y cada vez que la escucho me recuerda la necrofilia. cn Caballo Negro© es una tira cómica de Jorge Cavazos.
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