8:59 p.m.
Music by:
a courtesy of Malcom in the Middle
La acción en Monterrey empieza a las nueve de la noche. La acción hardcore, macuarra, borracha y en pelotas.
Al cuarto para las nueve llegan las teiboleras al Venenoso y al Obsesivo, y al lugar de Prestigio también. Se bajan de camionetas desde donde las escoltan al interior del Kululul, otras son dejadas por sus novios en autos de clase media, y otras llegan en taxis, mismos cuyo conductor se jactará después por haber llevado a semejante reina-puta talla 42 copa C a su burdel-castillo.
Pero yo estaba en hotel del centro.
Hay una modalidad de prostitución a domicilio, consistente en pedir mujeres por teléfono de tal o cual características a la puerta de tu casa. Te llevan máximo tres chicas y tu te agarras a la que más te guste y te la coges.
Bueno, las tres chicas llegaron al hotel. Dos muchachitas de unos 16 años vestidas con tops ceñidos a sus incipientes pechos (mismos que se subían cada cinco minutos) y pantalones de mezclilla azul. Guapas. Una tercera, algo más correteada, nada digna de mención. Buscaban a un cliente que había requerido de sus servicios en aquella hora cachonda (9:30 p.m.) y querían subir a enseñarle sus carnes, de manera que regresaran dos y sólo se quedara una: la afortunada. Asi a lo pelón es el negocio de la carne.
El pedo era que el recepcionista no estaba coludido en la transacción, y no las dejaba subir. Con dinero baila el perro, pero al ser nuevo el cliente, lo quizieron hacer bajar a pagar. El no quiso, y se armó un pedo, se bajó el taxista que las llevaba, se salió el recepcionista, las hetairas sacaron las uñas y yo me salí de allí corriendo, previa manoseada vil a las afectadas.
Pero ya qué.
cn