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jueves, septiembre 11, 2003


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Cuando tenía 12 años, me quemaron por primera vez. Calentaron al rojo vivo la correa metálica de un reloj inservible, y luego sólo me dijeron: ten. Yo no había visto que la calentaran, ni tenía razones para desconfiar de nadie. Abrí la palma de la mano y me quemé. Las marcas del metal se me grabaron en la mano y se me hicieron ampollas, mismas que se me reventaron después de un par de días. Me acuerdo que dolió un chingo. Aunque obviamente lo solté casi de inmediato, me quedó la marca. Me hicieron un branding a la fuerza.
Después del grito me miré la mano, y caminé por las calles del centro buscando ayuda. Agua, hielo, lo que fuera. Ardía de amadre. Llegué a un puesto de tacos y le pregunté al taquero que sí tenía tomate. Pensaba comprarle una rebanada. El viejo me preguntó Te quemaste? Le dije que sí, cortó unas rebanadas y me las dió, y eso me alivianó un poco como para volver a casa.
Cuando conté que pasó mi hermano me preguntó:
Por qué no le pegaste?

cn

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