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miércoles, agosto 13, 2003


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Su vagina estaba caliente, más caliente que otras vaginas en su misma situación, que era la de tener mi pene en el umbral de sus labios, en el momento antes de resbalar a su intimidad mas sagrada como un niño en un tobogán. El aroma de sus jugos era muy fuerte. No soy muy quisquilloso con los aromas picantes de las mujeres, aún los más rancios, pero este era en especial penetrante. Ya me imaginaba restregando el animal para dejarlo limpio de aromas concupiscentes.
Me tardé en trabajar a la niña. Comenzé con palabras suaves y terminé recitándole una elegía. De algo sirve ser bueno con la verborrea. No falla. A las mujeres les gusta oír lo que desean, aunque no sea verdad.
Iba sobre sus senos. Cuando se apareció en la junta creativa, es lo primero que me llamó la atención, y tuve la visión de que ibamos a compartir una cama en el futuro. Así que la blusa verde sin mangas fué lo primero que se fue. Tanto había deseado esas enormes tetas que se me quemaban las yemas al recorrer sus brazos con mis dedos buscando su camino para llegar a ellas. Retrasé el momento en su enhiesto pecho: me extasiaba aquella tetamenta prohibida. Quién se hubiera imaginado que en esos momentos me estaba cogiendo a Brenda J.? Ella sola me abrió las piernas. Su cuerpo había sido antes atlético, se notaba, pero en estos días había ganado peso. Aun así no dejaba de ser mi tipo de mujer. No... hay pocas mujeres que no sean mi tipo.
Llegué pues a su desnudo monte de venus y le penetré. Brenda se quejó poco, pero continuamente. Estuvimos juntos revolcándonos como leones luchando por una presa, mancillando la cama de sus padres hasta que nos llegó la hora. Brenda era una chica mala.

Ya no vuelvo a acostarme con ella. No porque sea la hija del jefe, sino porque es una chica que ama demasiado.

cn

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