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sábado, agosto 09, 2003


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Fuí a casa de Isabel. Era como si me estuviera esperando; la espectativa dibujada en su rostro y el nerviosismo de sus ademanes le delataba. Me había estado esperando siempre, y hoy por fin había venido por ella.
Bajamos al jardín. Le dije sin malicia que le extrañaba mucho y casi antes de terminar esta frase, ella se me arrojó a los brazos.
-Yo también te extrañe mucho.
Me abrazó como nadie me había abrazado, con vehemencia, con la necesidad de beberme de un sorbo largo y anhelado: un trago de gloria. Sentí su cuerpo tibio. La sentí feliz, como si por fin respirara aire limpio. Supe lo que era la reconciliación con ella. Supe lo que era estar juntos. Supe lo que se sentía su amor resbalando por mi cuerpo, y me dejé llevar.

Luego fuí a casa de Teté. Todavía quemaba el sol, como cualquier día de agosto en esta ciudad. Toqué a su puerta esperando encontrarla, sabiendo que esta probabilidad era muy pequeña. Me dejó entrar una mujer desconocida para mí, que se quejaba de que las fresas de su mermelada estaban muy grandes.
-Pica la mermelada con un cuchillo.- Le dije, y se fué.
Teté bajó.
-Hola.
-Hola.-Me contestó, y me sonrió de vuelta. Me habló con su voz más dulce.
-¿Está tu novio?
-No.-Me dijo, e hizo de su sonrisa una mueca de desagrado.
-No estoy siendo sarcástico. Juan me cae bien.
Se me acercó entonces, me abrazó y terminó montada sobre mí, mi espalda contra el sofá. Se recargó en mi pecho y descanso sobre mí el peso de su cabeza:
Faltan diez días para mi boda.- Me dijo con lágrimas suaves.
Alguien entró a la sala, y nos encontró en una situación muy comprometida. Yo no hice por retiralra. Sea quien fuere volvió sobre sus pasos.
-No temes meterte en problemas?
-No.

Después busqué a R. La encontré en su casa, sola, cuando afuera ya se ocultaba el sol. Me dí cuenta de inmediato de que el amor que nos tuvimos seguía ahí, esperando por nosotros. Platicamos, largo y tendido, como si hubiéramos sido amigos de toda la vida que llevan mucho tiempo sin verse. Y al final es lo que éramos. R. me ofreció su amistad reiterada. Y nada más. Y yo fui feliz sabiéndola feliz. Escuchándola hablar de su boda. Y del hombre que escogió para ella.

cn

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