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Sara Juana le empezó a chupar el pito o a mamar la verga como nos contaría después el DiCaprio. También nos contó como le había rogado, y una serie de fantasías que eran inverosímiles ya por sí por ser incongruentes o imposibles. Pero sí se lo chupó. Yo estaba allí cuando la empezó a emborrachar. Y supe lo que estaba planeando antes de que lo hiciera. La verdad era que el pinche DiCaprio no era más que un mamarracho, escudado tras el dinero de sus padres y su apariencia de chico malo, güerito de ojos verdes y barbita crecida. Siempre fué el más carita de nosotros, hasta iba al gimnasio el cabrón. Yo creo que igual se la hubiera cogido si hubiera querido... pero no. Yo sé lo que a ese le gusta. Lo que en verdad quería es que Sara Juana no recordara que no se le había parado al verla desnuda, como le hubiera pasado a cualquiera. Yo lo sabía y sólo fuí a espiar para confirmarlo. Este DiCaprio era igual de puto que el original. Pero tenía miedo.
cn