10:27 p.m.
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Llevaba el cabello suelto... largo y negro. Nunca la había visto tan deseable... desarreglada, despeinada, con los ojos delineados en negro, en su blusa verde y sus pantalones ocres, que no le hacían bien a su figura.
-Te imaginas a esa mujer en tu cama?
Sí se la imaginaba...
El juego ya había empezado, en realidad hace meses, y hasta ahora se daba cuenta de que lo había jugado sin saberlo. Pero ella sí lo sabía, y no le había perdido de vista desde que la dejó con las ganas y el amor que no le pudo dar que se le atoró en la garganta. No le podía dejar ir. No le podía olvidar. No podía ahogar el calor entre sus piernas y el tacto ausente en su piel morena, que le corría como agua dulce por las venas. La que se estaba ahogando era ella. Un beso quería. Un beso al menos. Un beso nada más. Para poder seguir después y terminar cogiendo a gusto, como debío ser en un principio, antes de que esa, esa pinche chingadera de mierda que se debió morir antes de nacer les arruinara la vida.
cn