8:16 p.m.
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Bajó una morena muy alta del taxi. Pantalones de mezclilla untados a las piernas, y un top negro que solo le cubría lo necesario. Su identidad oculta tras unos lentes oscuros. Caminó rápido algunos pasos y entró a una puerta marcada con el número 123 y guardada por un gorila. A esos los reconozco donde sea. Y a esas también. Era una teibolera del poison.
Salió después con dos amigas, todas enseñando carne y obviamente, de muy buen ver. Para esto yo ya estaba en el seven de enfrente, y ellas entraron. A donde quiera que iban todos voltearon. Todos ellos. Se paró otro taxi frente al negocio. Iban tres pelados más el chofer, pero solo bajaron a uno, a comprar cerveza, y no se te vayan a olvidar los cacahuates. Era un señor cascado, de unos 52 años, con barba canosa. Ya estaba medio ebrio, y agarró sin aviso y generosamente las nalgas de la morena, misma que acto seguido le echó el yoghurt que traía en la mano en la cabeza. All parecer la muchacha gusta del trigo, y la bebida era un licuado con plátano y cereales. El hombrecito primero no supo que hacer, y luego al ver a sus amigos cagados de la risa en el taxi, decidió darle un puñetazo a la dama. Pero no alcanzó, porque no venían solas. Los gorilas las acompañaban. Le torcieron un brazo al señor antes de que hiciera nada, y lo sacaron de allí a patadas. Los amigos arrancaron y lo dejaron tirado allí. Un chavo del seven salió del almacén con una cubeta y un trapeador. El resto de los clientes resumieron sus compras, y yo descubrí el chocolate de maquinita más delicioso que he probado. Yummy!
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