Él pasó por pura casualidad por el manglar de sus derrotas, y sintió de inmediato el aroma de su perfume enrarecido en el ámbito de la casa. La vió hundida en el sofá, casi desnuda, casi invisible, muda de gestos y de amores, sin saber que esta imagen de ella le acompanãría el resto de su vida cada vez que la evocara en el mar benévolo de sus recuerdos.