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miércoles, mayo 21, 2003


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Se terminó muy pronto el efecto de su rostro las noches famosas de cogerías. La primera fué la Victoria: Todos la querían, hasta parecía cerveza muerta en el estadio universitario. Nadie sabía que guardaba un secreto: Una enfermedad rara que le provocaba calvicie prematura. Mantenía su cabello pegado con una solución de goma que le picaba mucho el cráneo, sobre todo ahora que las noches eran cálidos remansos del infierno, con temperaturas de 35 grados centígrados. Pera así era Monterrey. Y Monterrey es amigo de todos. El Nat seguía comiendo carne con grasa en el puesto de doña Wendy, que había sido expulsada hace 15 años de una esquina más popular en el centro, por traer los primeros brotes de tifoidea crónica con sus pociones embutidas. El Nat le contaba a doña Wendy, que era su amiga, de por qué se hacía llamar "Nat": el candidato del PRI a la gobernatura del estado le había choteado el nombre hace 10 años, cuando lanzó su candidatura y perdío "como pinche señorita popof".

Apúrese doña Wendy. No sea Judas, que necesito prepararme. La Victoria me espera y ya me prometió chupármela toda si le hago eso que ya sabe con el asterísco.
Eso de ponerte un lápiz?
Eso, doña Wendy, es el gancho que me agarra pollitas para los revolcones y otras cositas. Ya sabe, el prieto necesita su apretón.
Qué pasó? Lo que sea Nat. A ver cuando me lo enseñas a mí.

El Nat la volteó a ver como si estuviera en un campo minado. Doña Wendy... no tenía motivos que comentar a su respecto. Era como una madre, y como susodicha fantasía, aparecía también en sus imágenes masturbatorias. Pero aquello también lo veía como un pecado. "Mamadas tu pinche y chingada madre!" Le dijo, y con eso saldó la cuenta. No me reprendas por pasar por aquí...

cn

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