11:01 p.m.
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Nana se quedó en ascuas, desnudita bajo las sábanas blancas que tanto cuidaba la esposa de él. Trató de agudizar el oído, como lo hacía siempre, pero ahora con más morbo, porque era ella quién estaba encuerada en la casa del Nat, era ella quien estaba viviendo el chisme. Y ese pensamiento le humedecía la concha como la primera vez que alguien la hizo sudar de amor... Y ese alguien podía ser la misma persona que hacía ruido en la entrada de la casa. La mujer. La Tatiana. La esposa de Nat. Su primer amor.
Nat nunca supo nada de lo que había pasado entre ellas, pero si lo hubiera sabido, seguro que igual se la hubiera cogido. Hasta con más gusto. Siempre le excitó saberse usado... más para una venganza. Además, no es como si quisiera de verdad a la Tatiana. Se había casado con ella más bien para acallar los rumores que había engendrado la Vicky colombia, y que todos habían terminado por creer. La Nana simplemente se le había ofrecido un día. Y el simplemente la había tomado. Y la siguió tomando varias veces a la semana, sin saber que ella esperaba con fervor que Tatiana los sorprendiera ensuciando sus sábanas conyugales con la misma mierda con la que ella se había atrevido a desairarla hace trece años.
-Soy Mondaca.-Oyó decir a una voz que recordaba con horror.
-Soy el comandante Prepucio- dijo una segunda voz.
Y entonces todo el encanto se acabó.
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