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lunes, abril 28, 2003


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Él se levantó tarde de nuevo, y de inmediato notó su realidad angustiosa, porque no la podía cambiar. Ella no estaba a su lado, y lo resentía con el corazón. Se levantó lentamente, despacito, como queriendo ahogarse él mismo en su vacío. Tanto resentía la ausencia de ella que termino por acordarse de sus amantes de antaño, que le atosigaban la memoria a deshoras, y lo hacían despertar con los calzones mojados, víctimas de un encuentro ensoñado e inmisericorde. Irma, la jarocha, ardiente y complaciente, (como han sido todos sus amores), la primera que lo amaneció con el miembro en la boca, y uno de los orgasmos matutinos más memorables en su lista.
88-88*^2323Mig*
No era un juego, que la extrañaba de veras. Tan amargamente que su fantasma ya empezaba a dolerle. Me duele pero no sé donde dijo alguna vez, y lo seguiría repitiendo a sí mismo, cada vez que se tocaba el pecho tibio y se tocaba el pene enhiesto y se tocaba el vacío en el lado derecho de su cama. Difíciles eran las horas que se pasaba en casa, cuando el descanso le atormentaba los lagrimales y al mismo tiempo la entrepierna, cuando las discusiones monológicas se hacían más absurdas. Eran en estas horas, cuando las obligaciones del mundo no le distraían, que más le remordía acordarse de la que amaba, y llorar lagrimas de niño por dentro.
Mientras ella asistía a una misa de canonización que daba el Papa, y le pedía en murmullos por su próxima boda con él. Más largos sus días que los de él. Más pesada su partida, puesto que ella era quien se había marchado, y quién hacía en falta su pecho tibio para recargar las tribulaciones del mundo, su brazos para cobijar sus inseguridades, su respiración tranquila que serenaba en las horas de sueño, que desde que ella se fué se había vuelto irregular, y su voz por las noches, que rigurosamente le decía antes de dormir: te quiero...

cn

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