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Ella se fué por 20 días, y es algo que él no se pudo perdonar ni por omisión. Parecía que se la había llevado un mal viento de desastre en la vida de ambos.
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Después todo fue cuesta abajo, como reza un disco de NIN, recordaba, en espiral descendente. Se había secuestrado el porta cd's de ella, y durante cada noche hasta su vuelta, casi religiosamente, pasaba una o dos horas en la oscuridad de su carro, después de llegar a casa del trabajo, con las ventanas cerradas, escuchando hipnotizado los obituarios cantados de sus recuerdos. Nada fecunda el recuerdo del dolor como la música, y en la colección de cd's él encontró todo lo necesario para la sufridera post-abandono: Sivio Rodríguez, Caifanes, Jaguares, Fernando Delgadillo, Luis Eduardo Aute, Alejandro Filio, Los Fabulosos Cádilacs, Aterciopelados, Mecano, Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Manu Chao y Jumbo; más de lo que su ánimo sediento de dolores requría para deshacerse lentamente en el recuerdo y la culpa, y castigarse el subconciente, llorándola a sollozos al ritmo masoquista de la música robada. A él nunca le había gustado la música de ella, pero ahora le encontraba un exquisito sabor a gloria mansalvada. Iba apenas en la segunda semana cuando ya tenía una llorada colección de dibujos, poemillas de adolescente, páginas de su diario (que permitía a todos leer, escribiendo anónimamente en un sitio de internet), besos guardados en un sobre para cuando ella regresara, lágrimas y esperma. Le pesaba cada día un poquito más, y le parecía consumirse lentamente en la sopa desabrida de sus culpas.
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Estaba dispuesto a todo, incluyendo a la humillación de pedir perdón con tal de tenerla de nuevo. De recuperar a la que jamás debió perder. Quería todo para ella. Ganaría todo para ella. Todo a cambio nada más de su perdón, y de su amor exquisito cuya falta le convertía ahora en sólo medio hombre del que solía ser.
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