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sábado, marzo 22, 2003


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Esos ojazos verde azul me hicieron caer. Fueron sus caricias furtivas bajo la mesa las que me hicieron perder el miedo. No me suelo vengar así. Fue más tarde su vagina afeitada en T la que hizo valer madre el resto del mundo. En el motel sólo impotaban los jugos de su coño y que yo me divirtiera como un niño resbalando mi verga por su ano. Resultó ser una zorra.
Trato de no ser prosáico, pero eso es lo que pasó. Me cogí a la hijita del que me estaba urdiendo el desmadre de la vida y ahora me lo iba que chingar a él. No con sexo. Algo más complicado.

Lo golpeé, lo golpeé y lo golpeé, y aunque mi puño derecho me dolía, mi rabia no se acababa. Rara vez salgo ileso de los madrazos, y este puto ya me había roto un vidrio del carro y ya me había sacado sangre de la nariz. No sabía entonces que me había roto la camisa. Terminé con él, casi lo mato. O tal vez no, pero entonces creí que sí. Le tumbé algunos dientes de una patada. Hace tanto que no me encojonaba así. Es qué, cabrón, no mames... no vas al infierno a jalarle las barbas al diablo. Puto de mierda, bien merecido que se lo tenía.

Ya. Empezó cuando por casualidad pasé por la cerrajería. Allí la ví. A la perra. La vieja embarazada que me había amagado, encorvada sobre el mostrador, enseñando sus tetas de futura madre bajo el escote de puta. Sabía que ya la había visto antes, pero no la pude reconocer entonces. Todo es una mierda, todo es una mentira. Aún no sé para qué, a donde querían llegar, Pero pues ya no importa. Nunca lo sabré.
Era la esposa del cerrajero. Todo estaba claro. Le había llamado para cambiar la cerradura la primera vez y siempre había tenido copia de mi llave. El me llevó los mensajes, las llamadas, las amenazas, el calendario en rojo, las cartas. Pinche culero. Ya se lo había dicho, Que iba a averiguar quien era. Y que entonces me lo iba a coger parado. Y ya le estaba llegando la hora al ojete. Que huevos tuvo el pendejo de meterse a mi casa a jugar con mi cabeza.

Fuí de noche. Como cerrajero, no fué raro que alguien lo fuera a buscar en la madrugada. Toqué la puerta. Salió. Deseó nunca haber salido. Me vió con cara de espanto.
-Vine a romperte la madre.
-Yo...
El terror en su cara. Parecía Harry Mason en pleno Silent Hill. Pero igual que Harry, pendejo no era. Se lanzó por unos fierros, los que usa para abrir los carros, pero lo alcanzé y lo derribé. Se arrastró y pateó, Pero, él culeado y yo on a run, le daba desventaja de coordinación. Para este punto yo ya anhelaba acabar con el. Cómo se atreve?
-No vas a vivir para siempre culero... Vas a ver...
-Diana!- le habló a su vieja.
Emputado y como sea, no quise que su perra viera como le rompía el hocico, no se les fuera a agriar el producto, así que entre forcejeos lo saqué a rastras. Lo calmé con unas patadas, ahí fué cuando le rompí el labio y le saqué algunos dientes. Bárbaro, cómo chillaba. Me quiso arrojar una piedra del jardín, pero nadamás le atinó al vidrio del carro. Ahí lo astilló. Hizo mucho ruido. Le estaba doliendo. Pero no me calmó eso. Así pues, lo golpeé, lo golpeé y lo golpeé
Antes de irme, le dije que su hija cogía como profesional. Que debería probar su culo apretadito. No sé por qué dije eso, pero ya tenía el tiempo encima. No sé si se atreverían a llamar a la policía, y aunque lo hicieran esta se tardaría los años... siempre se tardan lo que les dá su pinche gana. Por eso la gente no cofía en ellos. Pero como sea, preferí no arriesgarme e irme pronto. Habían pasado ya unos quince minutos.
El se quedó allí. Con su cabeza en el suelo.

Tomé constitución. Salí. Iba muy rápido. A 130km/h. Me pasé un alto. Una sirena. Una patrulla me seguía. No tuve tiempo que pensar. Me paré. Me arreglé la corbata. Prepare mis documentos. Me bajé. Hasta entonces ví que otra patrulla me cerraba el paso. De donde salió? Tanta luz parecía una redada. Si no me conociera me habría creído en un cuatro.
-Buenas noches.
-Buenas.
-Cómo anda? A ver, sópleme.
Le "soplé."
-Cuántas se tomó?
-No, ninguna. De hecho no bebo.
-Pero sí iba rápido, verdad?
-Sí.
-Sus documentos, por favor.
Le dí mi tarjeta de circulación y mi licencia. El oficial les hizo una seña a los otros para que se retiraran. Se acercó a su patrulla. Lo seguí de lejos. Revisó unos papeles.
-Donde trabaja?
-En ...
-Trae identificación?
-Sí.
Pero no me la recogió. Abrió su cajuela y sacó una maletin plateado, de esos con combinación. Un lado ya estaba abierto, y batalló para abrir el otro. Parecía pesada. Parecía haber olvidado la clave. Lo note nervioso. Muy nervioso. Me sonreía nerviosamente.
--Es que no abre. -me dijo.
Yo conservé toda la actitud que pude. La tranquilidad. Las manos en los bolsillos. La media sonrisa orgullosa. Estaba preparado, no obstante, para todo.
-Le voy a dar chance. Pero no vaya tan rapido.
-Ok.
Y me fuí.

Nada más por curiosidad, volví a pasar por donde la cerrajería. Había una ambulancia afuera. Unos camilleros se llevaban al cerrajero.
Tengo que ir con el seguro para que le cambien el vidrio al carro...

cn

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