11:39 p.m.
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La quinta consistía en un enorme patio por donde pasaba una asequia, varias palapas y un estacionamiento con un par de carros lujosos y otros de aspecto bastante traqueteado; además de la casona. Bastante lujosa también, adornada con recargue, bastante barroco, teléfonos en forma de tacon, pantalla gigantes de televisión, pinturas de diferentes estilos, estatuas, muchas luces... y un pequeño nicho con veladoras a imagenes de santos, que según alcance a ver eran San Martín Caballero, San Jorge y Jesus Malverde. Que jodido, pensé, pero no dije nada.
Se podían oír personas discutiendo en habitaciones aledañas, pero no las ví.
-Gracias por la vuelta. Les vamos a agradecer con ella.- Señaló a una cubana morena de bastante volumen en sus tetas. Buen culo, también. -Y con esto.- Sacó un fajo de billetes.
-Yo pido el dinero.- Se me adelantó el taxista. Pinche cabrón.
-Pues tú, entonces. Cójetela y se vas.
No mames.
Me fuí con la cubana a un cuarto. Bastante parlanchina. No paraba de decir pendejadas. Que el clima, que la televisión, que big brother ya vá a empezar, en fin. Bastante simple y alivianada.
Me tomó 15 minutos que se me parara. Tenía algo de miedo. Pero la verdad sea dicha, estuvo bastante buena la cogida.
Me vestí y nos fuimos.
Casi llegando a la carretera nos detuvimos. El chofer, don Ramón, tendría unos 52 años. Le pedí que se detuviera un momento, que me iba a bajar a orinar. Se detuvo. Le dí la vuelta al carro. Se bajó.
Y entonces le dí un fregazo en la cabeza con la puerta. Lo siento. Pero eran 80 mil pesos que me correspondían a mí también. Le dejé 5 mil. Es más de lo que podría esperar, hasta me ví caritativo. Me adelanté a pie, tomé otro taxi y me fuí a casa.
Ahora me remuerde la conciencia, pero entonces me pareció una buena idea. Tal vez estaba encabronado por haber sido "secuestrado", pero ya ni hablar.
cn